Estamos convencidos: ¡Nos casamos!
Bueno, pues a partir de ese instante -fugaz y eterno-, comienza una carrera contrarreloj repleta de decisiones, alternativas, aciertos y errores. Y, sobre todo, un sinfín de consejos cargados de buena voluntad, muchos acertados y unos cuantos más equivocados. ¡La vida misma! Escuchad todos, pero en especial atended a vuestro corazón y a lo que dicte vuestra intuición (nuevo consejo).
Desde ese preciso momento toda una retahíla de opciones, respuestas y preguntas inundarán vuestra vida y llenarán vuestro quehacer diario, hasta el punto de confundir realidad y ficción. Un camino loco, maravilloso y excitante que quedará grabado a fuego en vuestra cabeza y en vuestro cuerpo. Hay pocos momentos más apasionantes y provocadores.
Y en todo ese frenesí, una de las primeras decisiones que tendréis que tomar: ¡elegir la fecha! Una elección delicada, clave y que condicionará en buena medida las siguientes opciones y, por lo tanto, el resultado final de vuestra boda. Una decisión, eso sí, que tendréis que tomar con la suficiente antelación y calma. Los nervios llegarán después, en tromba y sin avisar.
Surgirán infinidad de dudas y preguntas: ¿primavera, verano, otoño? ¿de día o de noche? ¿en función de la luna de miel? ¿Y mi trabajo? La fecha es el comienzo y el final. La fecha es el número secreto que hay que encontrar para que el juego acabe como tiene que acabar: ¡como hemos soñado!
Por eso mismo y para que todo llegue a buen puerto, aquí os dejamos estos siete consejos con el simple objetivo de que la decisión final no se convierta en una auténtica pesadilla. No son más que siete recomendaciones, sensatas y breves. Siete pequeñas piedras para llegar al final sanos y salvos.
Estamos seguros de que tendréis alguna fecha especial en nuestras vidas. Todos, con mayor o menor significado, tenemos grabado un momento único o un instante mágico fijado en algún lugar del calendario: el día que os conocisteis, vuestra primera cita, vuestro primer beso, un número que os haya traído suerte o alguna fecha entrañable de algún familiar. Circunstancias e instantes maravillosos que bien merecen ocupar un lugar de honor en la lista de preferencias.
En este caso, al no ser una fecha más o menos aleatoria (resultado de otros factores) se hace aún más necesario anticiparse a las circunstacias y que lo valoréis con el suficiente tiempo. Esa fecha es única, es vuestra fecha y, por lo tanto -salvo coincidencias que no deseamos-, nadie estará tan interesado como vosotros en que sea el círculo rojo del almanaque.
En cambio, para muchos de vosotros el lugar para la celebración o el banquete será la opción preferente. El espacio físico determinará todo lo demás, hasta la fecha. Como en el primer consejo, en este caso el lugar es el significado último de toda la celebración, el marco ineludible de vuestro amor y, por lo tanto, el objetivo prioritario de todos vuestros desvelos.
Así pues, toca consultar también las fechas lo antes posible para ver disponibilidad y valorar opciones. Organizar una boda es una carrera de fondo en la que pararse significa la descalificación inmediata. Algunos ni intervienen por incomparecencia.
Probablemente estemos ante el motivo principal que determine la elección final de la fecha. La razón última que decida un momento y no otro. Cada vez sois más los novios que tenéis en cuenta la estación del año para celebrar vuestra boda. Tiene mucha lógica, pero también conviene aclarar ciertos aspectos.
Es indudable que ganan por goleada la primavera y el verano para darse el “sí, quiero”, por el tiempo, por las horas de luz o por la alegría consustancial al sol. Pero no es menos cierto, por la misma razón, que esos meses -preferentemente, mayo, junio y septiembre- son los más demandados y, por lo tanto, la dificultad para encontrar una fecha adecuada se multiplica. Si no sois ‘hooligans’ del sol, aprovechar las temperaturas suaves y el color ocre del otoño también puede ser una opción más que atractiva. Incluso la tranquilidad y el recogimiento del invierno debería ser una alternativa a tener en cuenta. Ahora somos capaces de satisfacer plenamente ‘casi’ todo lo que se pueda soñar. En uno o en otro caso, los espacios y fincas de INbodas serán el marco ideal y el lugar perfecto de celebración.
De la misma manera, la fecha final también podría venir determinada por el día de la semana que para vosotros resultara innegociable. Y aquí ocurre algo parecido: el sábado y el viernes -en ese orden- son los triunfadores de la semana. Seguidos del domingo. Sábado y viernes (viernes y sábado) son, para la mayoría de nosotros, sinónimo de fiesta, celebración, escaso trabajo y víspera de nada, por lo que resulta lógico que se encuentren a la cabeza de las preferencias. Pero, por idéntica razón, serán los días más solicitados. Valorad otras posibilidades. ¿Por qué no? En verano, por ejemplo, también es posible plantear la celebración en algún día entre semana. El verano y los días largos y calurosos traen consigo otro optimismo y las dificultades se ven de otra manera. Los inconvenientes son menos inconvenientes: mañana será otro día.
Aquí conviene también señalar la importancia de evitar fechas que puedan dar lugar a problemas sobrevenidos: puentes, días festivos o celebraciones concretas. Nunca está de más consultar con los invitados más cercanos.
Y luego está el asunto del día o la noche (de la mañana o la tarde). Factores que, en menor medida, también pueden actuar como condicionantes. En primavera y en verano las circunstancias pueden aconsejar la celebración nocturna, frente al otoño y el invierno que piden explorar el día. Todo depende del lugar elegido, de la época del año, de los invitados, de si preferimos celebración exterior o interior… En todo caso, ya hacíamos referencia en un post anterior al éxito que, contra todo pronóstico, están teniendo las bodas de día. La pandemia -y el consiguiente toque de queda- ha obligado a trasladar a ese momento del día las celebraciones. Y lo que en principio podía suponer un problema se ha convertido en una magnífica oportunidad, con espléndidos resultados. Novios e invitados quedan encantados al descubrir una nueva manera de vivir un día inolvidable. ¡A tener en cuenta!
El factor económico es, sin duda, otro de los elementos que determinará la elección del día ‘equis’ en el calendario. La oferta y la demanda, como ya hemos comentado en puntos anteriores, condicionan en gran medida el coste final de la celebración. No es lo mismo la primavera o el verano que el otoño o el invierno. Como no es lo mismo el sábado o el viernes que un miércoles o un jueves. Como tampoco son iguales las bodas multitudinarias frente a las celebraciones más íntimas. En este sentido, como también hemos contado en artículos anteriores, el dichoso coronavirus, paradójicamente, ha jugado a nuestro favor. Las bodas se han ido transformando con el paso del tiempo y en un suspiro se ha pasado del ‘cuanto más mejor’ a ‘lo que de verdad importa’. Un tránsito hacia lo cercano y hacia lo íntimo: bodas genuinas, sencillas, básicas y auténticas. Lo que nos beneficia en todos los sentidos.
No obstante, en muchos casos, los espacios de bodas incluyen packs o descuentos especiales que facilitan tremendamente las posibilidades de organización y elección. Es el caso de INbodas, que en estos días ha puesto en marcha una increíble oferta exclusiva ‘Todo Gratis’ para los 50 primeros novios que contacten: ceremonia civil, córner de quesos, Dj. durante todo el evento, animación constante, letras ‘LOVE’, doncella de baño, asesoramiento durante todo el proceso, recena de perritos y hamburguesas, y hora extra de barra libre de regalo. ¡Nada más que añadir!
Para los más afortunados, la cuestión laboral, inevitablemente, también habrá que tenerla en cuenta. La disponibilidad en el trabajo; las vacaciones acumuladas, pendientes o por llegar; las condiciones laborales a las que uno se enfrenta o que uno disfruta… Todas ellas son cuestiones que determinarán nuestro margen de maniobra y las posibilidades de éxito que tenemos en unas fechas o en otras. ¡Sin olvidar la luna de miel!
¡Mucha atención con este punto! A nadie se le escapa que, en buena medida, la decisión también vendrá condicionada por las circunstancias y las condiciones en el trabajo. Nadie como uno mismo conoce esas particularidades, y las facilidades o las dificultades con las que se puede encontrar. Entiéndase este punto como un simple ‘aviso a navegantes’.
Y por último el viaje de novios. Decíamos antes que no debemos olvidar en un cajón la luna de miel. Ese viaje, tan apetecible y tan deseado, puede ser igualmente un factor que determine una fecha en concreto. Para viajes caseros podría resultar irrelevante, pero para aquellas rutas foráneas (en especial, si son recorridos que exijan afeitarse en el avión) las cosas cambian.
En estos casos, el destino podría exigir la celebración en primavera y verano, o en otoño e invierno. Todo dependerá de nuestras preferencias. Hay aventureros para los que el descubrimiento de una talla en medio de la selva lo es todo. En todo caso, aunque cueste, nunca está de más valorar la posibilidad de trasladar la luna de miel a otro momento del año.
Excelente blog! Muy detallado e interesante. Gracias.
Grandes consejos para todos aquellos que se quieren casar!